sábado, 13 de septiembre de 2014

PROCERES Y HEROES DE NICARAGUA Y OTROS



PRÓCERES Y HEROES DE NICARAGUA

Prócer, como se sabe, es alguien “eminente, elevado, alto. Una persona de la primera distinción o constituida en alta dignidad”. Originalmente, el calificativo de próceres se dio a quienes por derecho propio de noblez o por voluntad del rey o la reina, formaban parte de un estamento de consejería de Estado, el que con el tiempo pasó a ser el Senado en los países donde éste existe....
En América del Sur, Centroamérica y México, se les dio el título de próceres a los líderes de las luchas independentistas, quienes con sus acciones políticas y militares, con su vocación libertaria y su talento intelectual, pusieron fin a la dominación colonial y establecieron las bases de la república democrática.


En Centroamérica y Nicaragua pasaron a la historia como próceres de la Independencia, los guatemaltecos Pedro Molina, José Francisco Barrundia, Mariano Gálvez, Francisco de Córdova, Dolores Bedoya de Molina y José Matías Delgado; el salvadoreño José Simeón Cañas; los hondureños José Cecilio del Valle y Santiago Milla; el costarricense Francisco Osejo; y los nicaragüenses Miguel Larreynaga; Tomás Ruiz, J. Francisco de Córdova, fray Benito Soto, Manuel Antonio de la Cerda, Juan Argüello y Cleto Ordóñez, entre muchos otros.

MIGUEL LARREYNAGA:

Don Miguel Larreynaga nació en el ciudad de León el 29 de Septiembre de 1772. Su padre don Joaquín Larreynaga muere antes de su nacimiento y su madre doña Manuela Balmaceda y Silva muere durante el parto. Su abuelo paterno lo adoptó y educó.

Los primeros cuatro años de su niñez transcurrieron en Telica a donde fue llevado por dos tías solteras. Antes de cumplir los cinco años, aprendió las primeras letras en el Convento de la Merced, en el mismo sitio donde se levantó la Universidad Nacional.

En ese mismo convento, concluye sus estudios de primaria y a los diez años de edad (1782) ingresa en el Seminario Conciliar de San Ramón, que era el mejor centro de estudios secundarios. A los dieciocho años era ya profesor de Filosofía y Geometría.

De ahí se marchó a la universidad de San Carlos en Guatemala, donde obtuvo el bachillerato en Derecho Civil y Canónico en 1790.A los 27 años, viene a Nicaragua y es llamado por el Obispo de León para asignarle las cátedras de Retórica y de Filosofía, que imparte en 1799.En 1801 regresó a Guatemala, dejando su biblioteca, de más de tres mil volúmenes, en la Universidad de León y ya nunca retornó a su Patria.

De nuevo en Guatemala adquirió el Título de Licenciado en leyes en 1801. El Lic. Larreynaga fue un servidor público que ocupó posiciones oficiales durante la colonia, en el Gobierno de la República Federal de Centroamérica y en el Imperio Mexicano, a raíz de la anexión de Centroamérica al Imperio de Iturbide. La carrera de Don Miguel Larreynaga en el campo de las letras, las ciencias y el arte de la política es simplemente brillante. Por dondequiera que va, deja los destellos de su luminosa personalidad. "Larreynaga es el alma de las tertulias -dice el Capitán Bustamante- y el que mantiene las ideas de independencia de estos países".


En 1812 fue electo diputado de las Cortes de Cádiz por la provincia de Nicaragua, cargo que no ocupó por haberse disuelto estas en el mismo año por Fernando VII.

En Febrero de 1818 viaja a España con el propósito de que el Rey le reconozca sus méritos y le nombre en un puesto importante. Larreynaga regresó a Guatemala el 15 de Agosto de 1821, un mes antes de la proclamación de la Independencia y logró plenamente su objetivo: obtuvo del Rey el nombramiento de Oidor Tercero de la Real Audiencia de Guatemala. El 15 de Agosto de 1821, tomó posesión de su tan ambicionada magistratura. Fue en este carácter que Larreynaga asistió, el 15 de Septiembre, a la reunión convocada, precipitadamente, por el Capitán General Gabino Gainza; con el fin de que "auxilie con sus luces" a la Superioridad, según reza la misiva enviada por el Capitán General.


El 15 de Septiembre estaba sentado en la Asamblea, la de los Próceres, que nos darían la emancipación. Cuando uno de los más ilustres próceres, José Cecilio del Valle, parecía conquistar los ánimos para retardar la proclamación de la Independencia, Larreynaga y otros ilustres próceres, en discursos encendidos de pasión y de razones, inclinaron la balanza de la libertad inmediata, en medio de los aplausos del pueblo que llenaba las galerías.

Al producirse la anexión de Centroamérica el Imperio de Iturbide, Larreynaga fue llamado a prestar sus servicios. Durante sus trece años de permanencia en México, desempeñó los cargos de Juez Letrado de hoy Distrito Federal de aquella nación y los de Presidente de la Suprema Corte de Oaxaca; Magistrado de la Real Audiencia de Guanajuato; Asesor Legal del Gobernador de Oaxaca y nuevamente, Magistrado de la Corte Suprema del mismo estado.


En noviembre de 1835, regresa a la ciudad de Guatemala e "inmediatamente, fue visitado, buscado y consultado por los gobernantes y literatos, y por los que no lo eran, pues en él hallaban siempre una biblioteca viviente". La Universidad de San Carlos le nombre Catedrático de Derecho Civil y después de Retórica y de Economía Política.

Dos circunstancias históricamente comprobadas, confieren al Licenciado Larreynaga su condición de PRÓCER de la Independencia, proclamada en la Ciudad de Guatemala, en el año 1821, a saber:

Su concurrencia como invitado de alta categoría en el engranaje oficial de la Capitanía General de Guatemala a la solemne sesión y su franca intervención y pronunciamiento inmediato de nuestra independencia en aquella memorable fecha.

Su designación honrosa para integrar la "JUNTA CONSULTIVA" de la nueva entidad política, libre e independiente de España, como consta en el Arto. 8 del Acta de Independencia del 15 de Septiembre de 1821.

Don Miguel de Larreynaga falleció el 28 de Abril de 1847, después de haberse consumado el fraccionamiento de la federación Centroamericana.

Don Miguel de Larreynaga es reconocido en los textos de historia "como el prócer por antonomasia" y el único que figura como tal, a nivel internacional.

En la galería de los héroes de la Unión Panamericana, en Washington, figura su noble efigie como ejemplo para la juventud Americana.


PBRO. TOMAS RUIZ: PRÓCER DE LA INDEPENDENCIA

El Dr. Tomas Ruiz, sacerdote indio, prócer de la independencia de Centroamérica ha sido casi olvidado, y la historia no le ha hecho justicia.

Nació el padre Ruiz en Chinandega, el 10 de Enero de 1777 e inicio sus estudios en el Colegio Tridentino de San Ramón en la ciudad de León, culminando estos con honores en la Universidad de San Carlos de Guatemala fue el primer indio puro centroamericano en graduarse con título universitario.

Igual que don Miguel Larreynaga, el padre Ruiz fijo su residencia en Guatemala, distinguiéndose por su talento que puso al servicio de la causa de la independencia.

El padre Ruiz encarnó a los curas liberales de la época que recibieron con entusiasmo los movimientos independistas de México encabezados por don Miguel Hidalgo y Costilla y José María Morelos y Pavón.


La participación de Ruiz en el proceso de independencia de Centroamérica se inició en Diciembre de 1813, en el Convento de Belén, ciudad Antigua, Guatemala, dirigiendo la famosa conspiración conocida como la "Conjura de Belén". Como consecuencia del involucramiento del padre Ruiz en la conjura, fue capturado la noche del 1° de Diciembre, exactamente un día antes de que se llevara a cabo el plan revolucionario que fracaso por la traición de Pudenciano de la llana.

El padre Ruiz y otros conjurados fueron condenados, unos a la horca y otros a prisión, pero por gestiones de personas influyentes, estas penas no se aplicaron. El padre Ruiz permaneció 5 años en prisión, sufriendo largos períodos de incomunicación, privaciones y desprecios. Ya libre en 1819 solicitó permiso para trasladarse a la cuidad real de Chiapas en México donde falleció como consecuencia de los vejámenes y torturas recibidas en la cárcel. Tenía entonces 47 años. Se desconoce dónde fue enterrado, pero todos los nicaragüenses estamos en deuda con él y debemos rendirle homenaje como prócer de la independencia.


ENMANUEL MONGALO Y RUBIO


Enmanuel Mongalo fue otro de los protagonistas de la guerra nacional (1855-56), que se cubrió de gloria en la batalla de Rivas entre fuerzas nicaragüenses y los filibusteros de William Walker.


Enmanuel Mongalo nació en Rivas el 21 de Junio de 1834. Sus padres, Bruno Mongalo y Francisca Rubio, fueron honestos y bien acreditados miembros de la sociedad rivense.

Infancia y juventud de Mongalo se deslizan en la paz de la ciudad natal, pero su despierta inteligencia le impulsan hacia más amplios horizontes.


Agotados los estudios que podían ofrecerles los colegios de su departamento y llevado del ansia de emigrar, se embarga para los Estados Unidos. Por ese entonces, el Istmo de Rivas estaba animado por el ir y venir de norteamericanos y europeos que de las costas del Atlántico se trasladaban a California, y Mongalo se sintió también atraído y se marchó a San Francisco.


Pero San Francisco, urbe en formación, poblada de toda laya de gente, centro de vicio y de violencia, no podía retener el espíritu delicado y más bien soñador que inclinado a la actividad. Pronto regresa Mongalo a Nicaragua y en Rivas se dedica al estudio y la enseñanza, y a escribir textos. Su profundo espíritu patriótico comprende, sin duda, la urgente necesidad de cultivar la mente de los niños nicaragüenses y por ellos escoge la abnegada carrera de magisterio para mejor servir a la patria.


En esta quieta labor civilizadora, le sorprende la llegada de los contingentes filibusteros. Han desembarcados en San Juan del Sur y amenazan Rivas. El, que ha huido de California de donde vienen, los conoce muy bien. Son violentos mineros, los ágiles jinetes y expertos rifleros y grandes bebedores. Él ha conversado con sus coterráneos de aquella gente y ante su llegada súbita da la voz de alarma y alerta. Pinta a lo vivo sus costumbres, sus caracteres de aventureros, despreciadores de indios y mestizos, e infunde entre sus conciudadanos la voluntad firme de resistir hasta la muerte antes de pasar al dominio de tan despiadados conquistadores.


El calor y la convicción del joven maestro de escuela logran que los hombres de todas las condiciones sociales se presenten voluntarios a empuñar las armas con decisión inquebrantable. El peligro es inminente.


Los invasores han salido de San Juan del Sur y avanzan. Los filibusteros se apoderan de la casa de Don Máximo Espinoza, que se convierte en verdadera fortaleza, donde se parapetan y comienzan a disparar con mortíferos efectos.


Urge una decisión pronta y enérgica para evitar la carnicería que hacen desde la improvisada fortaleza. Los jefes de las tropas nicaragüenses deciden incendiar el edificio, arriesgadísima tarea que solo puede ser llevada a cabo por voluntarios heroicos. El momentos es angustioso, impresionante y grave. Entonces Enmanuel Mongalo se presenta. El soñador, el joven soñador, el joven maestro de escuela desafiará al destino.

Marchó paso a paso, erguido, firme, con la tranquilidad de un espíritu recto, lleno de los sentimientos que anidan en los corazones hidalgos a incendiar el refugio de los filibusteros. Y allí la lumbre se convirtió en llamaradas que se enroscaron en el hoy histórico Mesón y lo hacían quejarse, gemir, crespitar. El Fuego escribía con caracteres infernales en el techo que cobijaba a los bucaneros y les decía con lengua enfurecida y les gritaba con voz de patriotismo que Nicaragua no teme, mientras tenga a sus hijos que la defiendan.

Las llamas eran serpientes dantescas que causaron extraños delirios, visiones de horror a los que juzgaron muy fácil apoderarse de hombres para quiénes a pesar de su juventud, no representaba mucha la existencia al oír el grito de la Patria amenazada.


Vivieron sus compañeros momentos de angustia y de incertidumbre, pensando que allí se detuviera para siempre aquel corazón que cantaba en medio del desastre y reía en medio de los gritos desesperados de los usurpadores y les mostraba, como escudo para la Patria, la rosa viva de su corazón.


Los filibusteros con grandes pérdidas, abandonaron todo; el miedo se apodera de ellos y huyendo a través de las calles, plana de heridos y muertos, se retiran desordenadamente de Rivas. Se había ganado la primera batalla a los invasores. Era el 29 de Junio de 1855.

Murió el 01 de Febrero de 1874 y sus restos reposaron durante muchos años en la Iglesia La Merced de Granada, habiendo sido exhumados y trasladados simbólicamente a la ciudad de Rivas el 29 de Junio de 1970, porque la tumba contenía únicamente sus cenizas las cuales fueron colocadas al pie de un monumento erigido en su memoria, en la calle Mongalo. El 29 de Junio fue consagrado por el Congreso Nacional de Nicaragua como día del maestro nicaragüense, en homenaje al maestro-héroe.

JOSÉ DOLORES ESTRADA Y VADO


El General José Dolores Estrada nació en la ciudad de Nandaime, en el departamento de Granada, el 16 de mayo de 1792.


Sus primeras letras las aprendió en una escuela privada. Por su precaria situación económica, su adolescencia se deslizó en la pequeña finca que poseían sus padres, cooperando en las labores agrícolas y labrando personalmente la tierra. Esto influyó en su fortaleza corporal y contribuyó a la formación de su carácter firme y decidido.

Como descendiente de nuestros valientes caciques, heredó de ellos el valor, coraje y buen criterio, por lo que no se dejaba llevar por exaltadas pasiones.

Su carrera militar no fue improvisada, se inició como soldado raso y fue ascendiendo según sus méritos como todo un militar digno.


Tuvo participación en varios combates que se libraron en pro de nuestra independencia en la ciudad de Granada.


En 1827, figura en la primera guerra detestable y fratricida de Cerda y Arguello, con el grado de Sargento de las tropas argüellistas.


Durante los veinte años posteriores a aquel suceso el Sargento José Dolores Estrada permanece ignorado, como lo estuvo durante sus primeros treinta y cinco años de existencia. En los años 1847 y 1848, nuevamente se le menciona como soldado de las tropas del cabecilla Bernabé Somoza.


El 9 de Agosto de 1851, se le confirió al grado de Capitán. El 5 de Agosto de 1854, fue herido el General Estrada, en la acción de armas libradas entre combatientes nicaragüenses fraticidas, en el camino de Granada a Masaya, como soldado afiliado a la facción legitimista. En el mes de enero de 1855, es ascendido al rango de Teniente Coronel, por sus servicios militares al Partido Legitimista durante las acciones bélicas que tuvieron por escenario la ciudad de Granada, durante el sitio de la ciudad, por las fuerzas democráticas del General Máximo Jerez.


El general José Dolores Estrada fue uno de los protagonistas de la guerra nacional (1855-56), entre los liberales jefeados por Máximo Jerez y los legitimistas que lidereaba el general Tomás Martínez. Estrada pertenecía a esta última facción.

Convencido Jerez de que sus fuerzas no podrían ganar la guerra por si solas, contrató un grupo de filibusteros norteamericanos bajo el mando de William Walker y su lugar teniente Byron Cole.


El verdadero interés de Walker al llegar a Nicaragua, fue apoderarse del país, restablecer la esclavitud y anexar Nicaragua a los estados sureños de los Estados Unidos.

Las necesidades de alimento para sus tropas determinaron, por parte de Walker el envío del Mayor McDonald a expedicionar por los llanos de Ocotal y la Hacienda de San Jacinto, donde se encontraba acantonado el General Estrada. El 5 de Septiembre, se presentó McDonald con una columna, pero fue desastrosamente derrotado por las tropas nicaragüenses, al mando de nuestro Héroe Nacional.


La Batalla de San Jacinto librada el 14 de Septiembre de 1856, entre 120 ó 150 soldados nicaragüenses comandados por el entonces coronel José Dolores Estrada, contra 300 mercenarios estadounidenses bien armados, se resolvió a favor del ejército nacional, por su valentía y amor a la patria, destacándose en el mismo, además del propio Estrada, los oficiales Ignacio Jarquin, Liberato Cisne, José Siero, y el sargento Andrés Castro.

Terminada la Guerra Nacional, llamada justamente Guerra Nacional de Centroamérica, con la capitulación de Walker, el 1 de Mayo de 1857, por mediación del capitán norteamericano Davis, de la fragata Saint Mary, alcanzadas en aguas del puerto de San Juan del Sur, le fue conferido al Coronel Estrada, el grado de General de Brigada, por el gobierno binario de los generales Martínez y Jerez, nombrándolo al mismo tiempo Comandantes de la Guardia de los Supremos Poderes.


Su célebre acción de armas en San Jacinto, le mereció, al poco tiempo de su realización, una medalla de oro que le otorgó el Gobierno de Guatemala y otra el de Costa Rica.

En 1860 ante la última amenaza de Walker a Nicaragua lanzó este llamado:

"Soldados:

Llamado por el Supremo Gobierno para ponerme al mando de vosotros, pudiera haberme excusado por mi avanzada edad e invalidez, pero comprendiendo lo grave del peligro con que está amenazada por los filibusteros nuestra independencia, me consideraría criminal si no tomase parte en su defensa, para la cual me siento con el vigor y la fuerza de un joven.


A tan perentorio llamamiento del Supremo Gobierno, el nombre de la Patria, no podríamos menos que correr presurosos a empuñar el arma; debemos pues, estar listos para acudir a donde nos llame el peligro; acaso a nosotros esté reservada la dicha de dar principio a la campaña y quemar las primeras cebas contra esos salvajes blancos.

Soldados: espero seréis fieles a la causa que vamos a sostener; ella es santa, como que consiste en la defensa de nuestra religión, de nuestras instituciones y del honor y bienestar de nuestras familias.


Por desgracia carezco de conocimiento en el arte de la guerra, pero tengo un corazón que es todo de mi Patria y resuelto estoy a sacrificarlo en sus sacrosantas aras.

En los riesgos y penalidades de la guerra, siempre estará con vosotros y por vosotros nuestro compañero y amigo.


José Dolores Estrada

Comandante de las Fuerzas Expedicionarias


Por causa de índole partidista, el General Estrada se expatrió voluntariamente, trasladándose a vivir, durante los años 1863-1864 a las Repúblicas de Honduras y Costa Rica ubicándose en esta última en Liberia y dedicándose al cultivo del tabaco, tal como lo expresa en una de sus cartas en cuyo texto dice: "Haciendo un limpiecito para sembrar unas matas de tabaco".


Triste destino el del héroe que en otra de sus cartas dice: "yo sé prácticamente, cual es el premio que se da a los que sacrifican por su patria".


Vuelto a Nicaragua, Estrada prestó sus servicios militares al Gobierno del General Fernando Guzmán, quien, con fecha 1 de julio de 1869, le confirió el grado de General de División, después de nombrarle, el 27 de junio del mismo año, General en Jefe del Ejército Nacional, para evitar una nueva guerra entre hermanos nicaragüenses.

El 12 de agosto de 1869, falleció en la ciudad de Managua a los 77 años, ostentando el rango de general de división y jefe del ejército de Nicaragua, que le había sido otorgado por el Presidente de la República, general Fernando Guzmán.


Antes de transcurrido los seis meses de su sentida muerte, el Congreso Nacional, por decreto del 4 de Enero de 1870, mandó colocar sobre su tumba una lápida de mármol, con la siguiente inscripción: "Al ilustre General José Dolores Estrada, vencedor de San Jacinto. La Patria agradecida".


OTROS RECONOCIMIENTOS:


a) "Orden José Dolores Estrada" que es la condecoración más elevada que otorga el Gobierno de la República.


b) Bautizo de la Academia Militar de Nicaragua (Centro Superior de Estudios Militares), con el nombre de general de división José Dolores Estrada Vado.


Varios parques, bustos y escuelas dedicadas a su nombre.



MÁXIMO JEREZ


El 11 de Junio de 1818 nació en la ciudad de León el Doctor y General Máximo Jerez. Fueron sus padres don Julio Jerez y doña Vicenta Tellerìa.


Siendo muy niño trasladándose con sus padres a Costa Rica, como éstos eran pobres y carecían de recursos para sufragar los gastos de su educación, un maestro compresivo del deseo de Jerez de instruirse le prestó facilidades para hacerlo sin costo alguno. Como no podía comprar los libros necesarios, copió por entero un tratado que pertenecía a uno de sus compañeros de estudio.


Obtuvo el título de Abogado en edad temprana. Llegó a dominar el latín y tuvo una ilustración poco común en su tiempo. Espíritu inquieto e idealista, fue abanderado en Nicaragua de los ideales de la Revolución Francesa.


En su juventud estuvo en Europa como Secretario de la Misión Diplomática a cargo del Lic. Francisco Castellón y más tarde acaudilló las guerras civiles en 1854, 1863 y 1869.

Era de carácter impulsivo, se dejaba engañar fácilmente, porque él era incapaz de engañar a nadie. Fue un espejo de honradez personal, pero no supo por freno a los desmanes de sus inferiores.


Como político tuvo gran influencia en los destinos históricos de Nicaragua, como educador lo tuvo mayor. En épocas de exilio sirvió cátedras universitarias en Tegucigalpa y allí lo conceptuaron "como tal vez el primer educacionista de Centroamérica".

En Costa Rica fundó el Liceo de San José, centro de primaria y secundaria, que inició las reformas educacionales de esta República, introduciéndola a las enseñanzas científicas y sacándola de las puras ciencias especulativas.


Murió siendo Ministro de Nicaragua, en Washington, durante la administración conservadora del General Joaquín Zavala, en el año de 1881.


GENERAL TOMÁS MARTÍNEZ


Tomás Martínez nació en Nagarote, el 21 de diciembre de 1820. Durante su juventud se dedicó al comercio. Viajaba en mulas desde León a Belice por Honduras y Guatemala. En Belice, con trabajo y economía, logró hacer algún capital y se trasladó definitivamente a león, de donde viajaba con frecuencia a El Salvador y a los pueblos de Matagalpa. Entonces no mostraba ningún interés por la política. "La vida privada, el comercio y la minería eran su encanto".


Cuando estalló la revolución del 54 fue perseguido en León a causa de que sus padres eran originarios de Granada. Entonces aburrido de estar escondido, resolvió alistarse en el ejército legitimista. Pronto dio muestra de su valor, se le confió una columna destinada a pacificar las Segovias. Con ella escarmentó duramente a los indios de Jinotega, quienes entraban a los pueblos a saquear y cometer asesinatos. Poco a poco fue ascendiendo hasta ser nombrado General en Jefe del Ejército del Septentrión, cuando los nicaragüenses unidos combatían a Walker. El firmó el pacto de unión de los dos partidos y se ganó la voluntad de los principales hombres de tal manera que al finalizar la Guerra Nacional fue electo Presidente de la República con los votos de todos los nicaragüenses, sin distinción de colores políticos.


Terminó la gloriosa Guerra Nacional en 1857, pero con ella terminaron los odios de los partidos. Máximo Jerez y Tomás Martínez se entendieron para salvar a Nicaragua y gobernar juntos un año. (Gobierno Binario).


Martínez recibió el país en el más desastroso estado; no había ni agricultura, ni relaciones con países extranjeros, no existían ni escuelas, ni institutos, ni universidades. Todo lo destruido por la guerra tenía que rehacerse y todo lo llevó a cabo en diez años de gobierno y paz. Arreglo de límite con Costa Rica, celebró tratados de amistad y comercio con diversas naciones y con ello dio a conocer a Nicaragua; celebró un concordato con la Santa Sede; creó los departamentos de Chinandega y Chontales; estimuló el cultivo de Algodón y del Café, estableció relaciones diplomáticas con Europa.

Fundó un buen número de escuelas para niños y por primera vez en nuestra patria, escuela para niñas en la cabecera del departamento, abrió caminos que favorecieron el comercio, construyó el Puerto de Corinto; ordenó hacer el censo de la República y mando a trazar el mapa de Nicaragua.


Después de una larga enfermedad el General Martínez falleció en León el 12 de marzo de 1873.





DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA
 
NICARAGUA ANTES DEL DESCUBRIMIENTO


El origen de los pobladores de Nicaragua es tan enigmático como el resto de los americanos.

De Nicaragua, se asegura que dos invasiones aborígenes invadieron el territorio desde épocas remotísimas:


Los Kiribles o Caribises, ubicándose en las cercanías de los lagos y la costa del Pacífico.

Los Nahoas, que invadieron los sitios donde estaban los Caribises, éstos tuvieron que retirarse al interior.


Posteriormente en los siglos XI y XII de nuestra era, una tribu mexicana: los Chorotegas, es establecieron en la ciudad de León.


Cuando los españoles llegaron a Nicaragua, su territorio estaba poblado por cuatro grandes núcleos raciales cuyas costumbres, orígenes, idiomas y culturas eran completamente diferentes: Los Chontales, Los Niquiranos, Los Chorotegas y los Caribises.


DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA
 
BIOGRAFÍA DE CRISTÓBAL COLÓN


Cristóbal Colón nació en Génova, Italia en 1451. Sus padres Domingo Colombo y de Susana Fontanarossa. Colón era el mayor de los tres hijos del matrimonio, siendo los otros: Bartolomé, Juan Diego y Blanca.


Siguiendo la costumbre de aquella época, Cristóforo Colombo, latinizó su nombre por Columbus y al entrar al servicio de España, adoptó la forma española de Colón.

Su familia era de tradición tejedora y mantenía un taller en la parte baja de la ciudad, sirviendo como aprendiz de su padre pero demostró que no tenía intenciones de mantenerse ligado a los oficios manuales y comenzó a probar suerte en el mar, visitando varios puertos del Mediterráneo.


En la década de 1470, Colón recorrió el mar Mediterráneo, llegando hasta la isla de Quío (o Chío) y a las aguas de Túnez. Luego viajó hasta Inglaterra, desde donde realizó una travesía a Islandia.


A su regreso se estableció en Portugal y se dedicó, junto a su hermano Bartolomé, a dibujar cartas marinas (portulanos) para venderlas en Lisboa.


De esa manera, los Colón se vincularon a importantes geógrafos de la época como Fernão Martins o Paolo del Pozzo Toscanelli.


En esta misma época Cristóbal aprendió un latín rudimentario que le serviría para leer las obras de los sabios. Además, fue comisionado a efectuar un viaje a las islas de Madera para adquirir un cargamento de azúcar. En 1479 se casó con Felipa Moniz de Perestrello, hija del primer gobernador de Porto Santo de Madera, con quien tuvo a su hijo Diego, futuro virrey de las Indias. En 1483, Colón tuvo la oportunidad de conocer las factorías portuguesas en las costas de África.


Después de dieciocho años de estudio y meditaciones, Colón convencido que se podía acortar el camino para llegar a la India viajando por occidente, trató de poner el práctica sus idea. En busca de apoyo se dirigió a Don Juan II de Portugal, un consejo de sabios desechó las teorías de Colon. Sala de Lisboa a fines de fines de 1484, envía a su hermano Bartolomé a pedir ayuda al Rey de Inglaterra Enrique VII. Pasan algunos años, llega a España, pobre y viajando a pie, en compañía de su hijo Diego, que tenía 12 años de edad. Se detiene en Andalucía en el convento de Santa María de la Rábida, pidió pan y agua para su hijo.


El guardián del monasterio Fray Juan Pérez, conversó con él y quedó sorprendido por la sabiduría de sus ideas, se hizo cargo de la educación de su hijo y dio una carta de recomendación para el Confesor de la Reina, Don Fernando de Talavera. En 1486, llegó a Madrid; España estaba en guerra con los moros de Granada y el Reino no tenía dinero. Alonso de Quintanilla, contador mayor de Castilla, hospedó a Colón, gratuitamente en su casa.

Los reyes escucharon el proyecto de Cristóbal Colón y comisionaron a Fernando de Talavera, confesor de la reina para que estudiara el proyecto; éste consultó con el congreso de sabios españoles quienes no apoyaron el proyecto de Colón. Pensó trasladarse a Francia a pedir ayuda a Carlos VIII, pasó por el convento donde se educaba su hijo; el prior Juan Pérez de Marchena, que apreciaba su talento escribió de nuevo a la Reina, quien lo invitó a Santa Fe, en la vega de Granada; Colón fue invitado a volver a la corte.

En 1492 termina la guerra con los moros; Quintanilla y Santangel protectores de Colón convencieron a la Reina para que le prestara su ayuda. Hechos los arreglos en la corte se preparó la expedición, al mando de Cristóbal Colón, con tres carabelas armadas: La Santa, María, La Pinta y La Niña.


La expedición se componía por 120 hombres entre marineros, algunos aventureros y caballeros de la corte; los gastos alcanzaban a 20 mil pesos. Antes de salir, confesaron y comulgaron de manos del Padre Pérez. En la mañana del 3 de agosto de 1492, Colón se dio a la vela en el Puerto de Palos. Iba en busca de un mundo desconocido.


Durante el S. XV surgieron una serie de barcos de vela robustos y de fácil maniobrabilidad que permitieron pasar de la navegación de cabotaje a la de altura. Todos ellos pertenecían al tipo de barco redondo, corto de eslora y de perfil mazacote. Existían tres clases, diferenciadas fundamentalmente por el tamaño. El mayor, la carraca, era de alto bordo y podía cargar más de mil toneladas; su aparejo se componía de tres palos y el bauprés. La nao era un barco intermedio, con una capacidad de entre 200 y 300 toneladas y que podía utilizarse tanto para el comercio como para las empresas de exploración y descubrimiento. La menor, la carabela, sólo cargaba cien toneladas y era particularmente útil para navegaciones rápidas. Carraca, nao y carabela no podían moverse a remo y su maniobrabilidad residía en la adecuada combinación de velas: de los pesados buques nórdicos tomaron la vela cuadrada, buena para navegar con viento de popa, y de los árabes la vela triangular, que aprovechaba el viento de costado.
Al aumentar el transporte de mercancías en grandes cantidades, los fletes se abarataron y pudieron establecerse rutas más directas, sin tantas escalas. Fue desarrollándose así una forma de navegar en la que el conocimiento de los vientos y corrientes y de sus variaciones estacionales adquiría mayor importancia.



Nao "La Santa María". La mayor de todas y mandada por el Almirante Cristobal Colón, llevando como piloto a Pedro Alonso Niño y Sancho Ruíz.
Carabela "La Pinta". La mas velera, llevaba como capitán a Martín Alonso Pinzón, mayor de los Pinzones, Francisco como maestre y Cristobal Xalmiento como piloto.


Carabela "La Niña". Iba al mando de Vicente Yáñez Pinzón, el menor de los Pinzones. Los Pilotos eran Juan Niño y Bartolomé Roldán.


PRIMER VIAJE


El 23 de mayo de 1492, los vecinos de la pequeña villa de Palos fueron convocados en la iglesia parroquial de San Jorge, donde en presencia de Colón y fray Juan Pérez se leyó la orden real.


El pueblo de Palos era requerido para abastecer y armar dos carabelas, a fin de que Colón pudiera salir donde los soberanos le enviaban.


La Corona pagaría por anticipado cuatro meses de sueldo a las tripulaciones, en la cuantía normal para la navegación de altura.


Se consiguieron la Pinta (de Gómez Rascón y Cristóbal Quintero) y la Niña (de Juan Niño). Seguramente fue Juan Pérez quien atrajo a la causa a los hermanos Pinzón, pertenecientes a una antigua familia de marineros y armadores de Palos. Las tripulaciones afluyeron incluso para la tercera unidad, la nao la Gallega ( de Juan de la Cosa), fletada por Colón y rebautizada con el nombre de Santa María. Tanto Santangel como Colón pidieron considerables cantidades de dinero a préstamo.


Una circunstancia que contribuyó a retrasar el viaje fue la expulsión de los judíos. En principio se había decidido que todos los judíos no conversos abandonarían el país antes del 30 de junio, pero la imposibilidad de cumplir dicho plazo hizo ampliar la fecha límite hasta el 2 de agosto. Los judíos más ricos fletaron barcos en todos los puertos españoles y los cargaron de gente y efectos personales. Quizá los armadores de Moguer y Palos pensaron que podían obtener mayores beneficios si los dedicaban al transporte de judíos, y por ello no estuvieron bien dispuestos a fletar sus carabelas a Colón, quien a menudo se quejó de las malas cualidades marineras de la Santa María. Según las versiones la cifra de judíos expulsados en 1492 oscila entre 160.000 y 800.000.


Colón aguardó hasta el último momento la fecha de expulsión, y entonces fijó su salida para el 3 de agosto. Las tripulaciones subieron a bordo la tarde del día 2.En las tres naves embarcaron noventa hombre, aunque algunos hablan de ciento veinte. En la nao capitana acompañaban a Colón, capitán general, el maestre y propietario Juan de la Cosa y el piloto Peralonso Niño. En la Pinta iba el capitán Martín Alonso Pinzón; Francisco Martín Pinzón era maestre, y Cristóbal García Sarmiento, piloto. La Niña era mandada por Vicente Yáñez Pinzón; el propietario de la nave, Juan Niño, iba como maestre, y Sancho Ruiz de Gama como piloto. El 6 de septiembre, las tres naves zarparon de La Gomera (I. Canarias) rumbo al Oeste. El 7 de octubre alteraron el rumbo al Oessudoeste. Dos horas antes de la medianoche del 11 de octubre atisbaron una luz, y San Salvador (Guanahaní) fue avistado al amanecer.


Colón desembarcó y tomó posesión de la isla para España. Sucesivamente, las naves visitaron Santa María de la Concepción (Rum Cay), Fernandina (Long Island), Isabela (Crooked Island) y la isla de Arena (Little Ragged Island).


El 12 de octubre al amanecer vieron con sorpresa, una escena de extraordinaria belleza: tenían ante sus ojos una bella tierra sembrada de bosques y flores tropicales; vieron además los hijos de aquella tierra que asombrados miraban los navíos; era la isla de Guanahaní, que Colón llamó San Salvador.


Desembarcaron allí, Colón dio gracias a Dios, besó la tierra descubierta y tomó posesión de ella en nombre de los Reyes de España. Los naturales miraban a aquellos seres como algo superior, los recibieron con respeto y les informaron que hacia el sur había oro en abundancía, siguieron aquella dirección , siguieron aquella dirección y descubrieron Cuba y la Española, llamada después Haití. Uno de los buques naufragó, tuviendo que dejar en la Española a 35 hombres que organizaron la primera colonia.



Antes de fondear en un puerto de Cuba llamado posteriormente San Salvador (Bahía Blanca). Colón se creía en Cipango, pero llamó al país Juana. Navegaron al Oeste hasta el Río de Mares (Puerto Gibara), y encontraron vientos de proa cerca del actual Puerto Padre. La convicción de que aquella costa pertenecía al continente asiático comenzó a prosperar. Regresaron al Río de Mares y navegaron hacia el Este rumbo a las islas Doradas de Babeque (Gran Inagua).


El 22 de noviembre, la Pinta se apartó de las otras naves. La Santa María y la Niña fondearon en el puerto de Santa Catalina (Puerto Cayo Moa), Puerto Santo (Baracoa), Puerto de San Nicolás (Haití), Puerto de la Concepción (Baie des Moustiques) y Mar de Santo Tomás (Baie de l´ Ácul).


El 24 de diciembre, la Santa María encalló y se hundió a la altura del actual cabo Haitien.

Dos días después se fundó la fortaleza de La Navidad, primer asentamiento colonial en América. El 6 de enero de 1493, la Pinta se reunió con la Niña a la altura de Monte Cristi (República Dominicana).


Cinco días más tarde, los españoles lucharon por primera vez contra los taínos en Puerto de las Flechas (Bahía de Samaná). El 16 de enero, la dos naves iniciaron el viaje de regreso. Un temporal las separó, y tras una breve escalada en Santa María, la Niña fondeó en Rastelo, el puerto exterior de Lisboa. El 9 de marzo, Colón visitó a Juan II en Val do Paraiso, y el 15 la Niña arribó a Palos.


A primero de abril, encontrándose en Sevilla, el Almirante recibió una carta de los reyes, que le confirmaban los títulos prometidos en Santa Fe y le rogaban que acudiese a Barcelona a fin de preparar una nueva expedición. Antes de partir, el Almirante escribió un largo memorial destinado a Isabel y Fernando, donde daba sus ideas para la primera colonización a gran escala de las tierras recién descubiertas. Entre otras cosas sugería que la Española fuese colonizada por dos mil emigrantes voluntarios, y proponía medidas para el control del oro que se hallase. En el momento del triunfo hizo una propuesta que después lamentaría: la de permitir el descubrimiento de nuevas tierras a cuantos quisieran realizarlo.

Para obtener del papa Alejandro VI el reconocimiento de sus derechos sobre las islas y cualquier continente que pudiera encontrarse, los reyes enviaron inmediatamente instrucciones a su representación en Roma. A finales de marzo, la carta que Colón había enviado a Luis de Santángel fue impresa en Barcelona; en 1493 aparecían nueve ediciones en idiomas distintos.


El Almirante fue recibido a mediados de abril por los reyes en el palacio del Tinell de Barcelona. Allí hizo Colón el relato del viaje, presentó a los seis indios que habían sobrevivido a la travesía de regreso y mostró el oro recogido. Los soberanos se arrodillaron y con ellos todos los presentes, agradeciendo a Dios los favores recibidos. A Colón se le concedió el privilegio de incluir en su escudo de armas los emblemas oficiales de Castilla y de León, y se le otorgó una donación de mil doblones. Los indios fueron bautizados, actuando como padrinos los propios reyes.
 

La decisión del papa Alejandro VI, español de nacimiento, llegó a Barcelona a finales de mayo: era una bula mediante la que disponía que todas las tierras descubiertas por los soberanos de Castilla les pertenecía, siempre y cuando no fuesen ya propiedad de otro príncipe cristiano. Como una bula Anterior prohibía a los españoles hacer descubrimientos al sur de las Canarias, y de la carta de Santangel se deducía que las islas recién descubiertas estaban al sur de las Canarias, Colón propuso una gestión que indujese al papa a asignar a Castilla todas las tierras al occidente de una línea de polo a polo, cien leguas al Oeste de las Islas Azores y Cabo Verde. Una nueva bula, que ampliaba la concesión papal a Castilla, fue publicada el 26 de septiembre. El soberano portugués no se amilanó, consciente de que su superioridad naval le permitía obstaculizar a los castellanos el acceso a las Indias, optó por negociar directamente con los Reyes Católicos. El resultado, obtenido cuando Colón ya se hallaba nuevamente en América, fue el Tratado de Tordesillas de junio de 1494, por el que la línea de demarcación era trasladada 370 leguas al Oeste de Cabo Verde, lo que permitió que el futuro Brasil quedase en el área portuguesa.


SEGUNDO VIAJE


El 29 de mayo de 1493, Colón recibió instrucciones reales, según las cuales el primer objetivo de la nueva expedición era la conversión de los nativos y el segundo la explotación económica del descubrimiento. La organización de la vasta flota patrocinada por Isabel y Fernando fue obra conjunta del propio Colón y del archidiácono de Sevilla Juan de Fonseca. Diecisiete navíos y mil doscientos hombres integraron la expedición.

La Capitana, que bien podía tener unas doscientas toneladas, fue llamada Santa María, como su predecesora; perteneciente a Antonio de Torres.


Otras naos grandes eran la Gallega y Colina. Se embarcaron cinco religiosos, entre ellos el benedictino catalán fray Buil, y numerosos hombres de armas, incluidos veinte caballeros con sus monturas y también arcabuceros y ballesteros; además, centenares de labradores y artesanos, entre los que abundaban los albañiles. La flota partió de Cádiz el 25 de septiembre de 1493. Cristóbal Colón, capitán general de la misma, iba acompañado por su joven hermano Diego. No se conserva el diario de a bordo del Almirante ni hay transcripción de Las Casas, por lo que resulta imposible seguir este viaje con la precisión del anterior. Sin embargo, dos miembros de la expedición escribieron interesantes relatos: Michele de Cuneo, de Savona, amigo de infancia del Almirante y Diego Álvarez Chaca, médico de Sevilla y cirujano principal de la expedición.

Tras la usual escala en Canarias, el 13 de octubre comenzó la auténtica travesía del Atlántico. El rumbo dispuesto por Colón era Oeste cuarto del Sudoeste, a fin de alcanzar las islas habitadas por los indios caribes, que no había podido visitar el año anterior. Esta ruta discurría enteramente por la zona de los alisios, que le llevaron a su destino en sólo tres semanas. En la madrugada del domingo 3 de noviembre avistaron una isla a la cual Colón dio el nombre de Dominica en atención al día.


Desde allí describieron un arco hacia el Noroeste y Oeste hasta llegar a San Juan Bautista (Puerto Rico), costeando las bellas islas de sotavento, que el Almirante bautizaba a medida que aparecían en el horizonte: Santa María de Guadalupe, Santa María de Monserrate (Montserrat), San Jorge (St. Kitts), Santa Cruz (St. Croix), las Once Mil Vírgenes (Virgin Islands). Desde Puerto Rico se dirigieron rápidamente hacia La Española. El 27 de noviembre, la flota fondeó a la altura de La Navidad, para descubrir que la guarnición había sido aniquilada por los taínos.


Tras navegar hacia el Este ciñendo el viento, anclaron en una bahía donde Colón fundó el asentamiento de Isabela, en la actual República Dominicana. Hojeda y Corbalán exploraron Cibao y regresaron con noticias de haber encontrado oro abundante. El 2 de febrero Antonio Torres volvió a España con doce naves y el memorial que Colón le había entregado para los reyes. Del 12 al 29 de marzo Colón recorrió Cibao y ordenó construir el fuerte de Santo Tomás en el interior de la isla, al sur de la llamada Vega Real; allí dejó un destacamento de cincuenta hombres mandados por Pedro Margarit. Luego navegó hacia el Oeste con la carabelas Niña, Cardera y San Juan. Sucesivamente fondearon en el cabo Alfa y Omega (Cabo Maisi, en Cuba), en Puerto Grande (bahía de Guantánamo) y en el emplazamiento del actual Santiago de Cuba. Era un viaje de aparente recreo, pero Colón seguía buscando la identificación de Catay con Cuba; hizo un viraje lateral y descubrió Jamaica. Luego surcó las aguas poco profundas y salpicadas de islotes del Jardín de la Reina (Laberinto de las Doce Leguas), hasta la actual bahía Cortés. Allí, su secretario Pérez de Luna obligó a las tripulaciones a firmar una declaración en el sentido de que consideraban a Juana (Cuba) como parte de un continente. El 13 de junio comenzaron el largo viaje hacia el Este, barloventeando. Tras contornear Jamaica y La Española, Colón observó un eclipse de luna en la Bella Saonesa (la actual Saona). Su salud se había quebrantado: se le nublaba la vista y ocasionalmente caía en coma cuando fondearon en Isabela el 29 de septiembre.


En Isabela colón tuvo la alegría de encontrar a su hermano Bartolomé, a quien no había visto en cinco o seis años, y que acababa de llegar al mando de tres carabelas. Pero los informes de su otro hermano, Diego, a quien había dejado como presidente del Concejo, eran preocupantes. Insatisfechos, los hombres de Pedro Margarit habían saqueado Vega Real y sometido bárbaramente a los indios. Cuando la situación se hizo ingobernable, Pedro Margarit comenzó a discutir con Diego Colón el mando de la isla y finalmente, se embarcó con el padre Buil y otros clérigos, rumbo a España, en las carabelas que había llevado Bartolomé Colón.


Pequeñas partidas de soldados continuaban empeñadas en luchas y saqueos. Los indios tomaron represalias y algunos españoles fueron acechados y muertos. A finales del otoño de 1494 Alonso de Torres volvió de Castilla con cuatro carabelas bien pertrechadas y una carta, en la que los reyes pedían a Colón que regresase para ayudarles a determinar la línea de demarcación indicada por el Tratado de Tordesillas. Pero el Almirante todavía se encontraba enfermo y no deseaba informar del desorden imperante en su virreinato. Retomó la presidencia del Concejo y envió una expedición de castigo contra los indios. Los españoles, que luchaban con armas blancas y de fuego, caballos y perros, tornaron a Isabela con mil seiscientos prisioneros taínos, que fueron repartidos o enviados a Castilla como esclavos, en las carabelas de Torres.


El Almirante acabada de dar el título de Adelantado a su hermano Bartolomé, lo que convertía a éste en su segundo, cuando supo que el cacique Guatiguaná había reunido una fuerza en Vega Real y planeaba atacar a los españoles. Recuperada la salud, Colón marchó al frente de una tropa de doscientos ballesteros y mosqueteros, veinte lanceros, veinte perros y un número indeterminado de indios rivales de Guatiguaná. Dice Hernando Colón que acometieron tan vigorosamente al ejército de indios hostiles que " todos, siguiendo y matando, hicieron tal estrago, que en breve fue Dios servido tuviesen los nuestros tal victoria, que siendo muchos muertos, y otros presos y destruidos". Seguidamente, Colón quiso anular a Caonabo, el cacique de Maguana, a quien se suponía instigador de la matanza de La Navidad. Mediante un ardid, Alonso de Hojeda consiguió apresar al cacique y lo llevó en triunfo a Isabela, donde Caonabo permaneció encadenado casi un año, antes de ser enviado a Castilla. Aunque todavía hubo escaramuzas en diversos lugares de las islas, el Almirante no tuvo mayores dificultades.

Restablecida la paz, impuso a los indios onerosos tributos en oro. Incapaces de reunir las cantidades exigidas y obligados a descuidar sus cultivos, muchos taínos murieron de hambre; otros se suicidaron para escapar al acoso. Un tercio de la población indígena de La Española pereció entre 1494 y 1496. En octubre de 1495 arribaron cuatro carabelas castellanas. Los reyes habían escuchado las quejas de fray Buil y Pedro Margarit y enviaban a un cortesano llamado Juan Aguado para que informase de las condiciones de la colonia. A principios de 1496 Colón hizo botar una nueva carabela llamada la India. La Niña fue carenada y calafateada y el 10 de marzo el Almirante salió de Isabela rumbo a Castilla. Bartolomé quedó al mando de La Española, encargado de buscar emplazamiento para una nueva población con buen puerto; el Adelantado fundaría Santo Domingo al sur de la isla, en el estuario del río Ozama.


El Almirante decidió gobernar al sur para evitar tempestades; los consiguió, pero a costa de realizar un viaje muy largo. El 11 de junio de 1496 la India y la Niña fondeaban en Cádiz con 225 españoles y poco más de 30 indios cautivos.


En Burgos, vestido con el humilde hábito franciscano que había adoptado como penitente, Colón se arrodilló ante Fernando e Isabel, les hizo un relato del viaje y comprobó que, pese a los informes desfavorables que habían recibido, mantenían su confianza en él. Pero los gastos que suponían las alianzas matrimoniales y la guerra contra Francia impidieron que los reyes pudieran satisfacer inmediatamente su demanda de emprender una nueva expedición. Hasta el 23 de enero del año siguiente no lograría enviar dos carabelas ( la veterana Niña y la India) a La Española con víveres, abastecimientos y mujeres. Mientras, Vasco de Gama había salido de Lisboa con la intención de doblar el cabo de Buena Esperanza y llegar a la India.

TERCER VIAJE


La preparación de la flota para la tercera expedición fue en extremo laboriosa, en parte por la lentitud con la que llegaba el dinero prometido por la Corona y, en parte, por la renuencia de los patrones y la dificultad de encontrar voluntarios; de nuevo los reyes concedieron el perdón a cuantos delincuentes embarcaran, salvo en los casos más graves.

Para la nueva expedición se fletaron seis barcos, que levaron ancla el 30 de mayo de 1498.

Tres fueron directamente a La Española, mientras Colón, al mando de los otros tres - la Santa María de Guía, la Vaqueños y el Correo -, seguían una derrota más al sur. Gracias a las buenas relaciones ahora existentes entre los dos reinos ibéricos, Colón pudo recalar en la isla de Cabo Verde.


La flota avanzó luego hacia el Sudoeste, impulsada por un viento cada vez más leve, que cesó por completo el 13 de julio. Se hallaban en la zona más tórrida y clama del Atlántico en aquellas estación, Parece ser, que tras ocho días sin viento, sopló el alisio del Sudeste, ya que en el extracto de la carta a los reyes que hizo Las Casas consta que se sucedieron diecisiete días de vientos favorables. como no se atrevía a ir más al sur a causa del calor, el almirante enmendó el rumbo al Oeste. El 31 de julio, cuando el agua potable comenzaba a escasear a bordo, avistaron Trinidad y al día siguiente divisaron al Sur lo que les pareció una isla y que era la actual punta Bombeador, en el gran delta del Orinoco. Por primera vez se hallaban los españoles ante el continente sudamericano.


Una inmensa ola, probable consecuencia de una erupción volcánica submarina, zarandeó a la flota en la Boca de las Sierpes, entre Trinidad y el delta. Atravesado el estrecho, Colón penetró en el plácido golfo de Paria, donde observó que los indios se adornaban con perlas. Navegaron después hacia una tierra montañosa que resultó península (península de Paria) y cuya costa meridional exploraría buscando una salida. El 13 de agosto abandonaron el golfo de Paria por la Boca del Dragón y vislumbraron Belaforma (Tobago) y Asunción (Granada). Colón se encontraba enfermo y casi ciego, como durante el viaje anterior. Llegó a presentir que había descubierto "tierra infinita", esto es, un nuevo continente. Pero, negando esta opinión razonable, terminó persuadiéndose a sí mismo de que había llegado al umbral del Paraíso Terrenal, el bienaventurado dominio cuya ubicación había sido discutida tan vivamente por los geógrafos medievales.

Preocupado por su enfermedad y porque los víveres se corrompían, el Almirante se dirigió a La Española, a la que llegó con rumbo seguro. El 31 de agosto fondeaba en la boca del Ozama y se reunía con su hermano el Adelantado, que le transmitió noticias descorazonadoras. Los españoles habían levantado la nueva colonia de Santo Domingo, donde se hallaban en una relativa paz con los taínos; pero la escasez de víveres y la falta de noticias de la metrópoli habían propiciado que, aprovechando la ausencia de Bartolomé, dedicado a la recaudación de impuestos en la provincia de Xaragua, el alcalde mayor Francisco Roldán y otros descontentos se rebelaran. A instigación de Roldán, los sublevados se aliaron con los súbditos de Guarionex, cacique antaño poderoso, a quien prometieron la abolición de impuestos a cambio de su ayuda para atacar el fuerte de Concepción de la Vega, en el camino entre Isabela y Santo Domingo. Bartolomé regresó a tiempo, incendió los poblados de Guarionex y finalmente prendió a éste. La intentona del Roldán pudo terminar en aquel punto; pero los tres navíos de abastecimiento que habían precedido a Colón fueron a recalar cerca de los rebeldes y parte de sus tripulaciones se habían unido cuando llegó el Almirante.


En octubre de 1498 Colón envió a su capitana y a la carabela El Correo de regreso a Castilla, con su carta a Isabel y Fernando y un informe de los sucesos de la Española; requería sacerdotes y un juez para ejercer la autoridad real. Incapaz de actuar con energía y de obligar a Roldán a la sumisión en nombre de los reyes, Colón empezó a negociar con el jefe rebelde, que pidió y obtuvo que se retirasen las acusaciones contra él, que se le confirmara en su puesto de alcalde mayor y que se le concediera, como a sus hombres, tierras e indios.


El 15 de octubre Colón supo que una flota al mando de Alonso de Hojeda había fondeado en el cercano puerto de Brasil. Tras tener noticias de los descubrimientos del Almirante en Trinidad, Paria y zona del Paraiso Terrenal, Hojeda había obtenido la ayuda de Juan de Fonseca para efectuar una expedición a dichas regiones; con él fueron Juan de la Cosa y Américo Vespucio. Hojeda y sus hombres llegaron a Trinidad y descubrieron las ricas pesquerías de Cubagua y Venezuela, antes de dirigirse al Norte y arribar a Brasil, en La Española, donde se dedicaban a cortar árboles de palo brasil y a cazar indios.


Como el oro, el palo brasil pertenecía a la Corona, y el Almirante estaba en el derecho de intervenirlo. Roldán se ofreció para capturar a Hojeda, quien tras breves escaramuzas, se retiró y fue a las islas al norte de La Española y luego a Castilla, con sus carabelas cargadas de esclavos. Otros navegantes como Peralonso Niño y Vicente Yáñez Pinzón habían sido autorizados para descubrir nuevas tierras en las Indias, como consecuencia de la pérdida de influencia de Colón en la corte.


Viendo la falta de confianza del Almirante en sí mismo, los antiguos rebeldes aspiraron a nuevas concesiones y volvieron a sublevarse. El 23 de agosto de 1500, mientras el Almirante reprimía un levantamiento local en Concepción de la Vega y Batolomé Colón otro en Xaragua, una flota castellana entró en el estuario del Ozama. Al mando iba el nuevo gobernador Francisco de Bobadilla, enviado por los reyes para ejercer la justicia. Acababa de desembarcar Bobadilla cuando vio los cuerpos de siete españoles que pendían de la horca. Diego Colón, al mando de Santo Domingo en ausencia de sus hermanos, le hizo saber que eran rebeldes y que otros cinco iban a ser colgados al día siguiente. Tras una rápida investigación, Bobadilla arrestó a Diego Colón y mandó una orden a Concepción de la Vega para que regresara el Almirante. Al volver, éste fue preso y encadenado. El Adelantado intentó liberar a sus hermanos por la fuerza de las armas, pero el Almirante le conminó a obedecer a Bobadilla, que parecía actuar de acuerdo con las instrucciones reales. En consecuencia, Bartolomé fue también arrestado.

Bobadilla había decidido enviar a los tres hermanos a Castilla. Durante su prisión en Santo Domingo, Colón escribió a Juana de la Torre, hermana de Antonio Torres y persona próxima a la reina, dando rienda suelta a su amargura. Se le había juzgado, decía, como a un gobernador cualquiera, y no como a un capitán que estaba ganando nuevas tierras para España.


A comienzos de octubre de 1500 el Almirante fue embarcado en la carabela la Gorda; él y sus hermanos iban encadenados. El 20 de noviembre arribaron a Cádiz, desde donde el Almirante dirigió un mensaje a Isabel y Fernando, que se hallaban en Granada. Los reyes dieron orden de dejarlo libre, así como a sus hermanos y le enviaron dos mil ducados para que pudiera presentarse en la corte de un modo digno, pues todos sus bienes habían sido incautados por Bobadilla. El 17 de diciembre los reyes recibieron a los hermanos Colón en la Alhambra. El Almirante consiguió palabras de consuelo y la restitución de sus bienes, pero no fue repuesto como gobernador de La Española.


En Granada, donde permanecería, Colón encontró a sus hijos Diego y Hernando, convertidos en pajes de la reina. Tuvo noticias de las Indias, que él mismo comenzó a llamar Indias Occidentales para distinguirlas de las que Vasco de Gama había descubierto al navegar al Sur y al Este de África. Un explorador portugués llamado Cabral había descubierto tierras al Sudoeste (el futuro Brasil) y de Inglaterra se sabía que Giovanni Caboto, de Génova, había encontrado tierra al Oeste (la costa oriental norteamericana).

Pensando que así se libraría de la injusticia y el posible olvido real, el Almirante ocupó su tiempo en redactar memoriales sobre sus títulos y privilegios y reunió cuarenta y cuatro documentos con el título de Libro de los Privilegios. Escribió también el Libro de las Profecías, con gran número de pasajes proféticos de la Biblia, con la intención de presentarse como elegido por Dios para llevar el cristianismo al fin de la tierra y obtener allí el oro necesario para reconquistar Jerusalén.


CUARTO VIAJE (DESCUBRIMIENTO DE NICARAGUA)


En septiembre de 1501 los reyes nombraron a Nicolás de Ovando gobernador y juez supremo de las Indias. En la flota de éste fueron el joven Bartolomé de las Casas y Alonso Sánchez de Carvajal, encargado de recaudar para Colón los beneficios correspondientes del comercio de las Indias y del oro. El Almirante había empezado a preparar otro viaje de descubrimiento y escribió a Isabel y Fernando pidiendo las necesarias instrucciones y documentos.
 

Respondieron los reyes autorizando la expedición, pero le prohibieron hacer esclavos y tocar tierra en La Española, salvo en el viaje de regreso.


El 9 de mayo de 1502, con la salud quebrantada y al mando de cuatro pequeñas carabelas - la Capitana, Santiago de Palos, Gallego y Vizcaíno - Colón zarpó rumbo a la más arriesgada de sus expediciones, el pase a la India que suponía existente en territorio americano.

Le acompañaban su hermano Bartolomé y su hijo Fernando.


Por la acostumbrada ruta de Canarias, el 29 de junio ancló ante Santo Domingo, decidido a sustituir la nave Santiago de Palos por otra. Notó inequívocos signos de que se avecinaba una gran tormenta y así se lo comunicó al gobernador Ovando, a quien solicitó permiso para entrar en el estuario y recomendó que no dejara partir a una numerosa flota a punto de regresar a España. De acuerdo con las instrucciones de los reyes, Ovando negó su permiso e, ignorando los consejos, ordenó la salida de la flota. Las carabelas de Colón tuvieron, pues, que afrontar fuera del puerto el huracán que se abatió sobre Santo Domingo. Sólo la nave del Almirante pudo mantenerse anclada; las demás, rotas las amarras, fueron arrastradas lejos de la costa. Las cuatro, sin embargo, lograron reunirse días después. En cambio, la flota que regresaba a España perdió veinte barcos y más de quinientos hombres.


Hacia el suroeste descubrió el 30 de julio las Islas de la Bahía, de Honduras. El 14 de agosto descubrió Cabo Cajinas, el 17 del mismo mes, desembarcó en la boca del río Tinto.

Siempre navegando hacia el suroeste se desató nuevamente una violenta tempestad que duró cerca de un mes. Estuvo en tan grave peligro que toda la tripulación se confesó, pero el 12 de septiembre, logró doblar un cabo, la tempestad empezó a calmarse.

Las naves siguieron hacia el sur y Colón lleno de fe dio gracias a Dios, llamo así al cabo, "Cabo Gracias a Dios", el que los salvó de las tempestad. La primera tierra de Nicaragua acababa de ser descubierta permaneció allí un día, después siguió su ruta. A 60 millas fondeó, para proveerse de leña y agua en la desembocadura del Río Grande, perdió allí un bote con su tripulación.


Siguiendo la costa llegó a la desembocadura de El Rama. Ancló en al actual Isla Bosby, el 25 del mismo mes.


En aquella tierra, una legua adentro, encontró un pueblo indígena llamado Cariay a orillas de un río hermoso, protegido de colinas y de árboles de gran altura.



Los pobladores, llenos de temor aprestaron sus armas para defenderse. Colón desembarcó hasta el día siguiente, logró entrar en pláticas con los asustados indios. Estos eran altos, robustos, risueños, su idioma diferente al de los antillanos; vestían camisas de algodón sin mangas, usaban el cabello peinado sobre la frente y el cuerpo pintado con figuras extrañas de color rojo y negro.


Los jefes llevaban una gorra de algodón tejida y adornada con plumas; las mujeres vestían trajes de telas vistosas; las orejas, los labios y la nariz agujereados y usaban pendientes de oro.

En sus chozas tenían herramientas de cobre y pedernal, crisoles, fuelles de pieles, se alimentaban de la caza y de la pesca.


Desembarcaron allí y queriendo tomar algunos datos del país preguntaron a los indios por señas, cuando estos vieron escribir se asustaron, creyendo que era asunto de hechicería y huyeron, continuaron explorando y encontraron cadáveres embalsamados, adornados con joyas. En las tablas que cerraban las cajas habían esculturas de animales y de rostros humanos.


Tomó Colón dos indios para que le sirvieran de guía, y siguió navegando. El 5 de Octubre salió rumbo a la costa de Vergaua.


El 24 de julio fondearon en una isla del Jardín de la Reina (quizás el actual Cayo Largo) y el 1 de agosto descubrieron la América Central a la altura de la punta de Caxinas (cabo Honduras). El Almirante no buscaba un estrecho, como pretendió Hernando Colón cuando ya era notorio que existía un breve istmo de separación entre el Atlántico y el Pacífico, sino un cabo, el más meridional de la provincia de Chiamba, la larga península que constituía el límite oriental de Asia. Costeando sucesivamente los actuales países de Nicaragua, Costa Rica y Panamá, las cuatro carabelas barloventearon hacia el Este. Cuando los indios le hablaron de la dorada tierra de Veragua y de Ciguare, al otro lado de la cadena montañosa, Colón entendió que Ciguare era lo mismo que Chiamba y que había llegado al lugar donde la península era más estrecha. Supuso que de allí a once días de viaje por las montañas se encontraba el Índico. Asombrosamente, la prolongada península desmentía los mapas asiáticos y torcía al Sudeste y al Este, en vez de hacerlo al Sudoeste y al Oeste.


Durante la navegación fondeaban de noche donde podían o se aguantaban al pairo. Tras zarpar de río Cativa (río Cherebequi) lucharon con temporales durante dos meses. Del 17 al 20 de diciembre anclaron en Puerto Grande (bahía Manzanilla en el moderno Colón, a la entrada del Canal de Panamá). Concentró entonces el Almirante sus esfuerzos en la búsqueda del oro y desde la parte oriental de Panamá, retrocedió al Oeste hasta la tierra que los indios llamaban Veragua, donde le habían informado de la existencia de minas. Este retroceso se convirtió en una de las etapas más duras del viaje, a causa del mal tiempo y de la

No hay comentarios:

Publicar un comentario