viernes, 12 de septiembre de 2014

LEYENDAS NICARAGUENSES




LA CARRETA NAHUALT
La gente se siente sobrecogida de terror cuando oye pasar la Carretanagua, que sale como a la una de la mañana, en las noches oscuras y tenebrosas.

La Carretanagua al caminar hace un gran ruidaje; pareciera que rueda sobre un empedrado y que va recibiendo golpes y sacudidas violentas a cada paso. También pareciera que las ruedas tuvieran chateaduras. La verdad es que es grande el estruendo que hace al pasar par las calles silenciosas a deshoras de la noche.

Los que han tenido suficiente valor de asomarse por alguna ventana y verla pasar, han dicho que es una carreta desvencijada y floja, más grande que las corrientes, cubierta de una sábana blanca a manera de tolda. Va conducida por una Muerte Quirina, envuelta en un sudario blanco, con su guadaña sobre el hombro izquierdo.

Va tirada por dos bueyes encanijados y flacos, con las costillas casi de fuera; uno color negro y el otro overo.
No da vueltas en las esquinas. Pues si al llegar a una tiene que doblar, desaparece; y luego se la oye caminando sobre la otra calle.

No saben los indios de Monimbó a ciencia cierta qué objetivo tengan las andanzas de la carretanagua. Creen algunos que pasa anunciando la próxima muerte de alguien, pues ya se ha visto que al siguiente día de haber pasado, una persona enferma de pronto, se pone «mala» y muere ésa dice la gente que se la llevó la Carretanagua —por el hecho de que habiendo estado sana, enfermó y murió por el pase de la mortífera carreta.

No son pocos los indios que aseguran que la Carretanagua no va tirada por bueyes, ni por ningún otro animal. Dicen que camina sola, es decir, por su propia virtud. Pero sea como fuere, la verdad, es que su paso es temido por la gente del Barrio Monimbó; porque les crea un ambiente de incertidumbre y desasosiego; y los hace interrogarse a sí mismos:

«¿Pasará hoy por mí?—¿Estaré yo en la raya?»




LA LLORONA
En las altas horas de la noche, cuando todo parece dormido y sólo se escuchan los gritos rudos con que los boyeros avivan la marcha lenta de sus animales, dicen los campesinos que allá, por el río, alejándose y acercándose con intervalos, deteniéndose en los frescos remansos que sirven de aguada a los bueyes y caballos de las cercanías, una voz lastimera llama la atención de los viajeros. Es una voz de mujer que solloza, que vaga por las márgenes del río buscando algo, algo que ha perdido y que no hallará jamás. Atemoriza a los chicuelos que han oído, contada por los labios marchitos de la abuela, la historia enternecedora de aquella mujer que vive en los potreros, interrumpiendo el silencio de la noche con su gemido eterno.
Era una pobre campesina cuya adolescencia se había deslizado en medio de la tranquilidad escuchando con agrado los pajarillos que se columpiaban alegres en las ramas de los higuerones. Abandonaba su lecho cuando el canto del gallo anunciaba la aurora, y se dirigía hacia el río a traer agua con sus tinajas de barro, despertando, al pasar, a las vacas que descansaban en el camino. Era feliz amando la naturaleza; pero una vez que llegó a la hacienda de la familia del patrón en la época de verano, la hermosa campesina pudo observar el lujo y la coquetería de las señoritas que venían de San José. Hizo la comparación entre los encantos de aquellas mujeres y los suyos; vio que su cuerpo era tan cimbreante como el de ellas, que poseían una bonita cara, una sonrisa trastornadora, y se dedicó a imitarías.
Como era hacendosa, la patrona la tomó a su servicio y la trajo a la capital donde, al poco tiempo, fue corrompida por sus compañeras y los grandes vicios que se tienen en las capitales, y el grado de libertinaje en el que son absorbidas por las metrópolis. Fue seducida por un jovencito de esos que en los salones se dan tono con su cultura y que, con frecuencia, amanecen completamente ebrios en las casas de tolerancia. Cuando sintió que iba a ser madre, se retiró “de la capital y volvió a la casa paterna. A escondidas de su familia dio a luz a una preciosa niñita que arrojó enseguida al sitio en donde el río era mas profundo, en un momento de incapacidad y temor a enfrentar a un padre o una sociedad que actuó de esa forma. Después se volvió loca y, según los campesinos, el arrepentimiento la hace vagar ahora por las orillas de los riachuelos buscando siempre el cadáver de su hija que no volverá a encontrar. Esta triste leyenda que, día a día la vemos con más frecuencia que ayer, debido al crecimiento de la sociedad, de que ya no son los ríos, sino las letrinas y tanques sépticos donde el respeto por la vida ha pasado a otro plano, nos lleva a pensar que estamos obligados a educar más a nuestros hijos e hijas, para evitar lamentarnos y ser más consecuentes con lo que nos rodea. De entonces acá, oye el viajero a la orilla de los ríos, cuando en callada noche atraviesa el bosque, aves quejumbrosos, desgarradores y terribles que paralizan la sangre. Es la Llorona que busca a su hija…
LA MOCUANA
En el año 1530, los españoles realizaron una expedición armada en territorio Nicaragüense para ampliar sus dominios y sus riquezas.
En esta incursión, los españoles lograron reducir a los indios de Sébaco, habitantes de la Laguna de Moya. El jefe de la tribu una vez vencido obsequió a los conquistadores bolsas llenas de pepitas de oro.
La noticia en España de que los conquistadors habían regresado con grandes riquezas llamó la atención a un joven cuyo padre había muerto en esta incursión.
Decidido el joven, se incorporó a una expedición y después de un largo recorrido llegó a suelo Nicaragüense donde fue muy bien recibido por los pobladores, creyendo que era un
sacerdote.
En Sébaco el joven conoció a la Hermosa hija del cacique y la enamoró con intenciones de apoderarse de las riquezas de su padre.
En cambio, la joven India se enamoró perdidamente del español y en prenda de su amor le dio a conocer el lugar donde su padre guardaba sus riquezas. Hay quienes afirman que el español sí llegó a enamorarse de la joven India.
El cacique, al conocer el sentimiento existente entre su hija y el extranjero se opuso a la relación entre ambos por lo que se vieron obligados a huir donde la furia del cacique no los alcanzara, pero este los encontró y se enfrentó previamente contra el español logrando darle muerte, después de lo cual encerró a su hija a pesar de que estaba embarazada en una cueva de los cerros.
Hay versiones que aseguran que fue el español quien encerró a la India, después de apoderarse de los tesoros.
Cuenta la leyenda de la Mocuana que con el pasar del tiempo enloqueció en su encierro del que logró salirse por un tunel pero al hacerlo tiró a su pequeño hijo a un abismo y desde entonces aparece por los caminos invitando a los caminantes a su cueva, dicen los que la han encontrado que no se le ve la cara, solo su esbelta figura y su hermosa y larga cabellera negra.
En algunos lugares cuentan que cuando la Mocuana encuentra a un niño recién nacido lo degolla y le deja un puñado de oro a los padres de la criatura. Hay otras versiones que aseguran que lo lleva dejando siempre las piezas de oro.
LA LEYENDA DE LA CEGUA
Hace más de doscientos años, en un pueblito de Cartago, vivía una mujer muy hermosa, la más linda del pueblo. Bella como una rosa, de curvas pronunciadas, hermosísimos bustos, piernas torneadas y una cara sin igual; sin embargo era la muchacha muy orgullosa y no guardaba la menor consideración por sus padres, a los que con frecuencia humillaba y desobedecía, pues se decía ser muy infeliz de ser pobre.
Cuenta la leyenda que, un día, esta bellísima joven recibió una invitación de un acaudalado y buen mozo español para asistir a un baile, a lo cual su madre se opuso, pues el joven era reconocido por sus atributos de conquistador y poco formal con las muchachas.
Ante la negativa de su mamá, la joven estalló en ira y blasfemó contra ella y llenó de improperios su humilde hogar; su madre la observaba y lloraba en silencio, ante la actitud de su hija, pero a la joven no le bastó con insultar, sino que en un momento dado levanto su mano para abofetearla, pero no había levantado completamente aún su mano, cuando de la nada salió una mano negra, con grandes uñas y sostuvo la mano de la hija ingrata, entonces se escuchó una voz estruendosa que dijo:
"Te maldigo mala mujer, por ofender y pretender golpear a quien te dio la vida, desde hoy y para el resto de los siglos los hombres a ti se acercarán pero por tu espantoso rostro de ti correrán"
Así es como desde entonces la cegua se aparece de pronto en el camino pidiendo que a algún jinete la lleve en su caballo, argumentando que va al pueblo más cercano; “no hay un hombre que se resista a tan hermoso cuerpo y dulce ruego”, pero una vez que sube en ancas al caballo su cara se transforma en la de una horrible bestia similar a la de un caballo relinchando.
La cegua aparece también a aquellos hombres mujeriegos que andan a altas horas de la noche en la calle, ella se les aparece y con su dulzura le hace creer que es una nueva conquista pero en un momento dado muestra su rostro de caballo.
Muchos dicen haber tenido encuentros con la cegua y aún hoy se menciona que en cualquier carretera cuando vayas en tu auto y de noche, has de tener cuidado de quien te haga una parada, pues ella se subirá con todos sus encantos a tu auto, y cuando estés absorto con su belleza se convertirá en lo que es, la cegua.

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