LA CARRETA NAHUALT
La
gente se siente sobrecogida de terror cuando oye pasar la Carretanagua, que
sale como a la una de la mañana, en las noches oscuras y tenebrosas.
La Carretanagua al caminar hace un gran ruidaje; pareciera que rueda sobre un empedrado y que va recibiendo golpes y sacudidas violentas a cada paso. También pareciera que las ruedas tuvieran chateaduras. La verdad es que es grande el estruendo que hace al pasar par las calles silenciosas a deshoras de la noche.
Los que han tenido suficiente valor de asomarse por alguna ventana y verla pasar, han dicho que es una carreta desvencijada y floja, más grande que las corrientes, cubierta de una sábana blanca a manera de tolda. Va conducida por una Muerte Quirina, envuelta en un sudario blanco, con su guadaña sobre el hombro izquierdo.
Va tirada por dos bueyes encanijados y flacos, con las costillas casi de fuera; uno color negro y el otro overo.
No
da vueltas en las esquinas. Pues si al llegar a una tiene que doblar,
desaparece; y luego se la oye caminando sobre la otra calle.
No saben los indios de Monimbó a ciencia cierta qué objetivo tengan las andanzas de la carretanagua. Creen algunos que pasa anunciando la próxima muerte de alguien, pues ya se ha visto que al siguiente día de haber pasado, una persona enferma de pronto, se pone «mala» y muere ésa dice la gente que se la llevó la Carretanagua —por el hecho de que habiendo estado sana, enfermó y murió por el pase de la mortífera carreta.
No son pocos los indios que aseguran que la Carretanagua no va tirada por bueyes, ni por ningún otro animal. Dicen que camina sola, es decir, por su propia virtud. Pero sea como fuere, la verdad, es que su paso es temido por la gente del Barrio Monimbó; porque les crea un ambiente de incertidumbre y desasosiego; y los hace interrogarse a sí mismos:
«¿Pasará hoy por mí?—¿Estaré yo en la raya?»
LA LLORONA
En
las altas horas de la noche, cuando todo parece dormido y sólo se escuchan los
gritos rudos con que los boyeros avivan la marcha lenta de sus animales, dicen
los campesinos que allá, por el río, alejándose y acercándose con intervalos,
deteniéndose en los frescos remansos que sirven de aguada a los bueyes y
caballos de las cercanías, una voz lastimera llama la atención de los viajeros.
Es una voz de mujer que solloza, que vaga por las márgenes del río buscando
algo, algo que ha perdido y que no hallará jamás. Atemoriza a los chicuelos que
han oído, contada por los labios marchitos de la abuela, la historia enternecedora
de aquella mujer que vive en los potreros, interrumpiendo el silencio de la
noche con su gemido eterno.
Era
una pobre campesina cuya adolescencia se había deslizado en medio de la
tranquilidad escuchando con agrado los pajarillos que se columpiaban alegres en
las ramas de los higuerones. Abandonaba su lecho cuando el canto del gallo
anunciaba la aurora, y se dirigía hacia el río a traer agua con sus tinajas de
barro, despertando, al pasar, a las vacas que descansaban en el camino. Era
feliz amando la naturaleza; pero una vez que llegó a la hacienda de la familia
del patrón en la época de verano, la hermosa campesina pudo observar el lujo y
la coquetería de las señoritas que venían de San José. Hizo la comparación
entre los encantos de aquellas mujeres y los suyos; vio que su cuerpo era tan
cimbreante como el de ellas, que poseían una bonita cara, una sonrisa
trastornadora, y se dedicó a imitarías.
Como
era hacendosa, la patrona la tomó a su servicio y la trajo a la capital donde,
al poco tiempo, fue corrompida por sus compañeras y los grandes vicios que se
tienen en las capitales, y el grado de libertinaje en el que son absorbidas por
las metrópolis. Fue seducida por un jovencito de esos que en los salones se dan
tono con su cultura y que, con frecuencia, amanecen completamente ebrios en las
casas de tolerancia. Cuando sintió que iba a ser madre, se retiró “de la
capital y volvió a la casa paterna. A escondidas de su familia dio a luz a una
preciosa niñita que arrojó enseguida al sitio en donde el río era mas profundo,
en un momento de incapacidad y temor a enfrentar a un padre o una sociedad que
actuó de esa forma. Después se volvió loca y, según los campesinos, el
arrepentimiento la hace vagar ahora por las orillas de los riachuelos buscando
siempre el cadáver de su hija que no volverá a encontrar. Esta triste leyenda
que, día a día la vemos con más frecuencia que ayer, debido al crecimiento de
la sociedad, de que ya no son los ríos, sino las letrinas y tanques sépticos
donde el respeto por la vida ha pasado a otro plano, nos lleva a pensar que
estamos obligados a educar más a nuestros hijos e hijas, para evitar
lamentarnos y ser más consecuentes con lo que nos rodea. De entonces acá, oye
el viajero a la orilla de los ríos, cuando en callada noche atraviesa el
bosque, aves quejumbrosos, desgarradores y terribles que paralizan la sangre.
Es la Llorona que busca a su hija…
LA MOCUANA
En
el año 1530, los españoles realizaron una expedición armada en territorio
Nicaragüense para ampliar sus dominios y sus riquezas.
En
esta incursión, los españoles lograron reducir a los indios de Sébaco,
habitantes de la Laguna de Moya. El jefe de la tribu una vez vencido obsequió a
los conquistadores bolsas llenas de pepitas de oro.
La
noticia en España de que los conquistadors habían regresado con grandes
riquezas llamó la atención a un joven cuyo padre había muerto en esta
incursión.
Decidido
el joven, se incorporó a una expedición y después de un largo recorrido llegó a
suelo Nicaragüense donde fue muy bien recibido por los pobladores, creyendo que
era un
sacerdote.
sacerdote.
En
Sébaco el joven conoció a la Hermosa hija del cacique y la enamoró con
intenciones de apoderarse de las riquezas de su padre.
En
cambio, la joven India se enamoró perdidamente del español y en prenda de su
amor le dio a conocer el lugar donde su padre guardaba sus riquezas. Hay
quienes afirman que el español sí llegó a enamorarse de la joven India.
El
cacique, al conocer el sentimiento existente entre su hija y el extranjero se
opuso a la relación entre ambos por lo que se vieron obligados a huir donde la
furia del cacique no los alcanzara, pero este los encontró y se enfrentó
previamente contra el español logrando darle muerte, después de lo cual encerró
a su hija a pesar de que estaba embarazada en una cueva de los cerros.
Hay
versiones que aseguran que fue el español quien encerró a la India, después de
apoderarse de los tesoros.
Cuenta
la leyenda de la Mocuana que con el pasar del tiempo enloqueció en su encierro
del que logró salirse por un tunel pero al hacerlo tiró a su pequeño hijo a un
abismo y desde entonces aparece por los caminos invitando a los caminantes a su
cueva, dicen los que la han encontrado que no se le ve la cara, solo su esbelta
figura y su hermosa y larga cabellera negra.
En
algunos lugares cuentan que cuando la Mocuana encuentra a un niño recién nacido
lo degolla y le deja un puñado de oro a los padres de la criatura. Hay otras
versiones que aseguran que lo lleva dejando siempre las piezas de oro.
LA
LEYENDA DE LA CEGUA
Hace más de doscientos años, en un
pueblito de Cartago, vivía una mujer muy hermosa, la más linda del pueblo.
Bella como una rosa, de curvas pronunciadas, hermosísimos bustos, piernas
torneadas y una cara sin igual; sin embargo era la muchacha muy orgullosa y no
guardaba la menor consideración por sus padres, a los que con frecuencia
humillaba y desobedecía, pues se decía ser muy infeliz de ser pobre.
Cuenta la leyenda que, un día, esta
bellísima joven recibió una invitación de un acaudalado y buen mozo español
para asistir a un baile, a lo cual su madre se opuso, pues el joven era
reconocido por sus atributos de conquistador y poco formal con las muchachas.
Ante la negativa de su mamá, la
joven estalló en ira y blasfemó contra ella y llenó de improperios su humilde
hogar; su madre la observaba y lloraba en silencio, ante la actitud de su hija,
pero a la joven no le bastó con insultar, sino que en un momento dado levanto
su mano para abofetearla, pero no había levantado completamente aún su mano,
cuando de la nada salió una mano negra, con grandes uñas y sostuvo la mano de
la hija ingrata, entonces se escuchó una voz estruendosa que dijo:
"Te maldigo mala mujer, por
ofender y pretender golpear a quien te dio la vida, desde hoy y para el resto
de los siglos los hombres a ti se acercarán pero por tu espantoso rostro de ti
correrán"
Así es como desde entonces la cegua
se aparece de pronto en el camino pidiendo que a algún jinete la lleve en su
caballo, argumentando que va al pueblo más cercano; “no hay un hombre que se
resista a tan hermoso cuerpo y dulce ruego”, pero una vez que sube en ancas al
caballo su cara se transforma en la de una horrible bestia similar a la de un
caballo relinchando.
La cegua aparece también a aquellos
hombres mujeriegos que andan a altas horas de la noche en la calle, ella se les
aparece y con su dulzura le hace creer que es una nueva conquista pero en un
momento dado muestra su rostro de caballo.
Muchos dicen haber tenido
encuentros con la cegua y aún hoy se menciona que en cualquier carretera cuando
vayas en tu auto y de noche, has de tener cuidado de quien te haga una parada,
pues ella se subirá con todos sus encantos a tu auto, y cuando estés absorto
con su belleza se convertirá en lo que es, la cegua.
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